LA POLÍTICA EXTERIOR DEL MÉXICO CARDENISTA HACIA LA SEGUNDA REPUBLICA ESPAÑOLA EL CASO DEL EXILIO REPUBLICANO EN MÉXICO.

Publicado en por Leticia Marín Hernández

Investigadora: Aránzazu Tirado Sánchez

Dirigida por la Dra. Nora Sainz Gsell

LA POLÍTICA EXTERIOR DEL MÉXICO

CARDENISTA HACIA LA SEGUNDA

REPÚBLICA ESPAÑOLA. EL CASO DEL

EXILIO REPUBLICANO EN MÉXICO:

¿COOPERACIÓN IDEOLÓGICA O INTERÉS

PRAGMÁTICO?

Programa de Doctorado en Relaciones Internacionales e Integración Europea

Facultad de Ciencias Políticas y Sociología

Universidad Autónoma de Barcelona

Septiembre 2007

 

El presente trabajo pretende ser una aproximación al estudio de la política exterior de

México en el período comprendido entre 1934 y 1940, es decir, bajo el mandato del

General Lázaro Cárdenas. La elección del sexenio cardenista no es casual. Durante

los últimos años del sistema internacional de entreguerras en México se decide el

destino de miles de personas que tuvieron que huir de su país ante la persecución del

fascismo triunfante tras la Guerra Civil Española. Ahora, con el paso del tiempo, es

sabido que muchos de esos exiliados pudieron salvar sus vidas gracias a la decisión

del General Cárdenas y al apoyo del pueblo mexicano. Pero la ayuda de México a la

República Española fue más allá del asilo diplomático a los exiliados. México se

convirtió en el defensor del gobierno republicano español en todos los foros

internacionales donde tuvo oportunidad de hacerlo. Su lealtad a la República Española

fue inquebrantable hasta el punto de ser el único país del mundo que no reconoció

jurídicamente al régimen del general golpista Francisco Franco.

Entender por qué Lázaro Cárdenas optó por ponerse del lado de la España

Republicana de una manera tan férrea es uno de los principales propósitos de este

trabajo. Se parte de la premisa que esta política no fue un hecho aislado y que no

puede calibrarse en su magnitud sin analizar el contexto internacional en el que tuvo

que desenvolverse. De igual modo, el estudio de la política exterior cardenista precisa

de una perspectiva histórica comparativa. Sería imposible aprehender lo que algunos

han llamado la “ideología y praxis política de Cárdenas”

 

1 sin remontarnos a la

Revolución Mexicana que se inicia en 1910 y sin tener en cuenta, aunque sea de

manera somera, lo que sus sucesores en la presidencia llevaron a la práctica.

En relación al exilio republicano acogido por México, interesa observar cuál fue el

impacto de su llegada en el pueblo mexicano y si hubo algún tipo de inserción

fructífera en las instituciones mexicanas, sobre todo en aquellas vinculadas al ámbito

del diseño de la política internacional de México.

Enfrentarse al estudio de la política exterior de México en la época de gobierno del

General Lázaro Cárdenas supone adentrarse en una de los períodos históricos más

fascinantes y transformadores que ha vivido México en el siglo XX. El mandato de

Cárdenas, uno de aquellos generales que se alzaron por la Revolución en 1910 y que

1

 

Éste es el título, precisamente, de una de las obras utilizadas para el estudio (Medin: 2003).

7

batalló en la guerra que se libró de 1910 a 1917, se puede considerar el intento más

genuino de trasladar los principios revolucionarios triunfantes a la vida cotidiana de los

mexicanos y de las mexicanas. La intensificación de los valores de la Revolución en el

diseño y ejecución de la política internacional de México fue una de las características

del período.

Uno de los rasgos distintivos de la política exterior de México ha sido, en general, su

continuidad a lo largo de las diferentes administraciones

 

2. Tal vez esto podría llevar a

pensar que la política exterior llevada a cabo por los diversos gobiernos emanados de

la Revolución ha sido siempre la misma y, por tanto, se ha dado una coherencia a lo

largo de los diversos sexenios. Sin embargo, un análisis más detallado de la política

exterior implementada por los distintos gobiernos permite hablar de matices y de

intensidades diferenciadas, como se verá a lo largo del trabajo.

Por tanto, el objeto de estudio del trabajo que se presenta es la política exterior que

implementó el Gobierno de Lázaro Cárdenas entre 1934 y 1940, y la incidencia en

México del exilio republicano español que arribó a dicho país como consecuencia de

esta política.

Para ello se optará por un análisis que tenga en cuenta los grandes temas recurrentes

de la política exterior mexicana que, como lo expresa Francisco Gil Villegas,

frecuentemente son distintos a los temas y enfoques predominantes en la academia

estadounidense o europea. A saber: el valor dado a la autonomía nacional y regional,

al desarrollo económico y social y, por último, a la relación con Estados Unidos

(EEUU) (Gil Villegas: 1989, p. 669).

El objetivo que persigue la investigación es doble y se resume, por un lado, en

averiguar el porqué y el cómo de la política exterior cardenista hacia la España

Republicana, insertando las decisiones de su Gobierno en el marco de un sistema

internacional con un contexto histórico, político y social determinado. El análisis de

dicho contexto forma parte de este primer objetivo de la investigación. Por otro lado,

se tratará de observar el impacto que tuvo el arribo de miles de exiliados republicanos

2

 

Una continuidad que, para algunos autores, sufrió un punto de inflexión a partir de la década

de los ochenta con la llegada al poder de los gobiernos de corte neoliberal del Partido

Revolucionario Institucional (PRI). Éstos primaron los aspectos económicos a los políticos en el

diseño de la política exterior mexicana, anteponiendo el interés del desarrollo económico por

encima de la política exterior de principios. Tal decisión llevó, indefectiblemente, a una mayor

aproximación a los EEUU en la región y a una consecuente afinidad ideológica con su vecino

del norte.

8

a tierras mexicanas. Un impacto que intentará ser analizado, si bien de modo sucinto,

en una triple vertiente: político-social, académica y cultural-artística, prestando una

atención especial a la posible inserción de los exiliados y sus descendientes en las

instituciones mexicanas. Todo ello sin perder de vista que el objeto de estudio del

trabajo es la política exterior del México cardenista hacia la España Republicana.

Se ha procedido a una división analítica del trabajo en dos grandes períodos. El

primero, del que se ocupan los dos primeros capítulos, es el que va de la

Independencia mexicana en 1821 hasta la llegada al poder de Lázaro Cárdenas. En

un primer capítulo se realiza una aproximación a los aspectos históricos, políticos y

socio-económicos que caracterizaron el devenir de México durante estos años. En el

segundo, como se observará, se focaliza la atención en la conformación de las

relaciones internacionales de México desde su Independencia, con especial énfasis en

su política exterior y sus bases ideológicas, hasta 1934. Se ha partido de la

Independencia mexicana al considerarse ésta un punto de inflexión histórico a partir

del cual México pudo accionar en el sistema internacional con plena autonomía, sin las

constricciones que implicaba ser una colonia dependiente de España. Y se ha cerrado

el período con la victoria de Lázaro Cárdenas puesto que se considera que este

momento histórico marca otro punto de inflexión relevante para el estudio.

La segunda parte que trata el trabajo es el sexenio de Lázaro Cárdenas. Ello a través

del análisis de dos capítulos: uno, que analiza el México de Cárdenas; y otro, que hace

lo propio con las relaciones entre México y España durante el período. Si bien cabe

añadir que en este último capítulo el lapso de tiempo se amplía unos años para poder

observar el impacto de la llegada del exilio republicano a México que, como se sabe,

se prolongó en la década de los 40. Ese impacto y las repercusiones que tuvo la

política exterior cardenista en la administración subsiguiente, esto es, la de Manuel

Ávila Camacho, forman parte también de este capítulo. En éste, el período de análisis

se amplía más allá de los dos grandes períodos esbozados (de 1821 a 1934 y de 1934

a 1940) al tratarse las relaciones de la administración Ávila Camacho con el primer

franquismo.

La división del trabajo en capítulos queda, por tanto, de la manera siguiente:

Un primer capítulo introductorio en el que se encontrará una breve contextualización

histórica, socio-política y económica del México previo a la llegada al poder de Lázaro

Cárdenas. Se partirá de la Independencia mexicana y se abordará la dictadura de

9

Porfirio Díaz para explicar el origen de la Revolución Mexicana de 1910 sin la cual no

podrá entenderse el surgimiento, décadas posteriores, de una figura como la de

Lázaro Cárdenas. Asimismo, se analizará el sistema internacional de entreguerras

como el marco internacional en el que el México cardenista se desenvuelve. Se

observará cómo evoluciona el sistema tras la Primera Guerra Mundial y sobre qué

bases se construye la Sociedad de Naciones. De igual modo, se verá qué papel

desempeña México en ese contexto histórico-político.

El segundo capítulo pretende caracterizar la política exterior de México desde las

primeras formulaciones del México independiente hasta la llegada al poder de Lázaro

Cárdenas, así como observar su evolución durante este período. Como se apreciará,

dichas bases doctrinarias son inextricables de la evolución política de México desde la

Independencia. En un primer subapartado, se explicitarán cuáles son las doctrinas en

las que se sustenta el accionar exterior de México y cómo se articulan en la

Constitución de los Estados Unidos Mexicanos de 1917. En la segunda parte del

capítulo se verán las relaciones de México con EEUU, Europa, la Unión Soviética

(URSS) y América Latina, en general, durante el período de estudio.

El tercer capítulo está dedicado al estudio del sexenio del General Lázaro Cárdenas.

En primer lugar, se realizará una aproximación a la figura personal y política del líder

michoacano para acercarse a los principios ideológicos que rigieron su mandato.

Posteriormente, se observará la plasmación política de dichos principios y su impacto

en la sociedad mexicana a través del análisis de la política interna del cardenismo en

tres vertientes: política, social y económica. Otro apartado a considerar será el diseño

y la formulación de la política exterior de México durante el sexenio 1934-1940 para

observar, en la última parte del capítulo, si se dio una congruencia entre la política

interna y la política externa del cardenismo.

El cuarto capítulo se adentrará en las relaciones entre México y España durante el

período 1934-1940 haciendo especial hincapié en el estudio de la política exterior de

México hacia la España Republicana. Para ello, se analizará de manera somera

cuáles fueron los antecedentes de las relaciones entre ambos países desde la

Independencia hasta la Revolución Mexicana de 1910. En otro subapartado se

profundizará en las relaciones del México cardenista con la Segunda República

Española, intentando penetrar en las motivaciones que llevaron a establecer

determinados vínculos políticos entre ambos gobiernos. Se analizarán las afinidades

ideológicas, si las hubo, que llevaron a la cooperación entre el Gobierno de Cárdenas

10

y el Gobierno Republicano Español cuya máxima expresión fue el ofrecimiento de la

tierra mexicana como país de refugio para los exiliados de la Guerra Civil. La llegada

de éstos, su inserción y su eventual influencia en la sociedad mexicana serán objeto

de análisis. En el último apartado del presente capítulo se observarán los factores de

continuidad y/o cambio de la política exterior mexicana tras el período cardenista.

Interesará observar cuál fue el legado dejado por Lázaro Cárdenas a su predecesor,

Manuel Ávila Camacho, en el ámbito de la política internacional y si éste fue

continuador de su obra en lo concerniente al apoyo al exilio republicano español, entre

otros asuntos.

En el quinto y último capítulo de conclusiones se pretende reflexionar acerca de qué

motivó la política exterior cardenista respecto a la España Republicana así como

analizar qué representó para la nación mexicana esta política exterior basada en

ciertos principios y cuáles han sido las repercusiones de la misma, si las ha habido, en

el devenir histórico-político del país. Asimismo, se tratará de contextualizar dicha

política en una perspectiva más amplia, la del sistema internacional de la época, para

poder atisbar hasta qué punto la política exterior liderada por Lázaro Cárdenas tuvo o

no un eco internacional. Por último, interesará reflexionar sobre si esta política de asilo

a los exiliados republicanos se trató de un gesto aislado o de una línea de actuación

que rige hasta el México de nuestros días.

La aproximación metodológica hacia el objeto de estudio se realizará a través del

análisis de fuentes secundarias como es la ingente producción bibliográfica acerca del

exilio republicano español en México, y los numerosos libros y artículos académicos

sobre la política exterior mexicana y el periodo cardenista que pueden encontrarse en

las bibliotecas y librerías mexicanas. De igual modo, el uso de fuentes primarias como

los documentos sitos en los archivos de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE)

de los Estados Unidos Mexicanos o el archivo-memoria del exilio del Ateneo Español

de México, forman parte también de las fuentes de las que se nutre el trabajo. Sin

olvidar, por supuesto, las entrevistas personales realizadas a expertos y protagonistas

de la política exterior de México, como el ex Subsecretario para América Latina y el

Caribe durante el primer período del Gobierno de Vicente Fox, Gustavo Iruegas; o el

político mexicano y ex candidato a la Presidencia de la República, Cuauhtémoc

Cárdenas, hijo a su vez del General Lázaro Cárdenas. A las que hay que sumar

11

diversas entrevistas a algunos protagonistas del exilio español

 

3 en México que

constituyen una fuente historiográfica oral de primer orden

 

4.

En cuanto a la bibliografía utilizada, cabe decir en primer lugar que el sexenio

cardenista ha generado una abundante literatura, fruto del interés que ha despertado

dicho período en numerosos estudiosos mexicanos y extranjeros. Se ha procedido a

clasificar la bibliografía en varios apartados. El primero relativo a la política exterior de

México, con independencia del período histórico. El segundo, concerniente a la época

del General Lázaro Cárdenas y a las relaciones de México con España. El tercero

versa sobre la Segunda República Española, la Guerra Civil y el exilio republicano,

siendo este último aspecto el más presente en la bibliografía. En un cuarto apartado se

han añadido libros y artículos relativos a la Historia de México en general, los cuales

han servido para contextualizar en un marco más amplio los acontecimientos que se

sucedieron bajo el mandato de Lázaro Cárdenas. También se ha incluido material

sobre la Historia de América Latina por ser el contexto regional en el que se inserta

México. Por último, se citan obras y documentos de la disciplina de las Relaciones

Internacionales que han servido como marco teórico del trabajo. Todos los

documentos han sido obtenidos en diversas instituciones mexicanas, entre las que

destaca la biblioteca de “El Colegio de México”. Pero también el archivo de la

Secretaría de Relaciones Exteriores y sus magníficas publicaciones, el sistema de

bibliotecas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y el archivo del

Ateneo Español de México. Fuentes como internet han sido útiles para obtener

documentos, en especial relativos al exilio republicano español. De igual modo,

publicaciones españolas sobre el exilio republicano editadas por las fundaciones Largo

Caballero, Pablo Iglesias e Indalecio Prieto, en su afán por la recuperación de la

Memoria Histórica de nuestra guerra, han sido utilizadas para el presente trabajo.

Pese a lo muy estudiado del tema, la importancia de abordar el estudio de la política

exterior del México cardenista hacia la España Republicana radica en cierto vacío

3

 

No se han recopilado todas las entrevistas realizadas a los exiliados republicanos pues éstas

sobrepasan los propósitos del trabajo. Si bien los entrevistados enriquecieron a la autora con

sus vivencias y sus testimonios, sobre todo al permitirle aprehender el ambiente que se vivió

durante la Segunda República, la Guerra Civil y el posterior exilio, el material recabado excede

el marco de análisis de la política exterior mexicana.

4

 

La autora quiere hacer patente en este punto su gratitud por la beca de la Agència Catalana

d’Universitats i Recerca

 

(AGAUR) de la Generalitat de Catalunya que le fue otorgada para

realizar una estancia de investigación en “El Colegio de México” durante los meses de marzo a

julio de 2006 bajo la supervisión de la Profesora Ana Covarrubias. Sin esta ayuda económica el

trabajo hubiera adolecido de grandes lagunas bibliográficas y, por supuesto, hubiera sido

imposible contar con los testimonios y entrevistas aquí citados.

 

12

existente al respecto en el marco académico español. Si bien el tema del exilio en

México ha sido tratado de manera profusa –y cada vez más gracias a una mayor

implicación académica en la tarea de la recuperación de la Memoria Histórica-, no se

puede afirmar lo mismo en cuanto al estudio de la política exterior que propició dicho

exilio. Desde el ámbito de las Relaciones Internacionales dicho tema no ha recibido

una atención equivalente. Por tanto, se considera de sumo interés poder presentar un

trabajo de un tema “harto” conocido desde una perspectiva novedosa que viene a

llenar un hueco académico en el mundo universitario español.

En conclusión, el presente trabajo pretende mostrar cómo, bajo el gobierno del

General Lázaro Cárdenas, México adopta una política exterior activa y proactiva en la

esfera internacional, a la vez que independiente. El papel de México respecto al golpe

de Estado franquista en España y las posterior Guerra Civil es un ejemplo fehaciente

de ello. La personalidad del Presidente de la República tuvo mucho que ver en este

posicionamiento internacional, que no fue del agrado de todo el mundo

 

5. Cabe tener

presente que, por su perfil revolucionario y por sus decisiones que transformaron el

statu quo

 

 

5

 

Como se podrá apreciar en los capítulos posteriores, la política de Lázaro Cárdenas suscitó la

oposición de numerosos sectores sociales identificados con la derecha mexicana.

13

hacía su vecino del sur-, no por ello hay que restar mérito a las cotas de

independencia relativa que México alcanzó durante el mandato de Cárdenas.

En el siguiente apartado se podrá observar y contrastar cuál fue la inserción de México

en el sistema internacional, así como sus cotas de independencia, desde su origen

como Estado hasta la llegada al poder de Lázaro Cárdenas.

14

1. APROXIMACIÓN AL MÉXICO PRE-CARDENISTA (1821-1934)

El objetivo del presente capítulo es contextualizar el período de la Historia mexicana

que va del paso de la Nueva España al México independiente hasta la llegada al poder

del general Lázaro Cárdenas. Un período que se inicia cuando México “… pasa de ser

objeto de la historia a sujeto de la misma” (Secretaría de Relaciones Exteriores:

1985a, p.21). Si bien el proceso independentista se inicia en 1810, se parte de su

consolidación en 1821. A pesar de la pléyade de gobiernos que se suceden durante

este período, el capítulo pretende resaltar tres momentos en la Historia de México por

constituir éstos puntos de inflexión para el devenir histórico del país: la victoria de los

liberales encabezada por Benito Juárez, el régimen de Porfirio Díaz y la Revolución

Mexicana.

1.1 De la Independencia a la post-Revolución Mexicana.

México, perteneciente al antiguo virreinato conocido como la Nueva España

 

6 obtuvo

su independencia de la corona española en 1821 y, con ella, su emancipación de la

“metrópoli”

 

7. No fue una tarea fácil pues llevó años de luchas. El ambiente proindependentista

se había fraguado desde las reformas borbónicas españolas, el

quiebre de la monarquía en 1808 y la revolución liberal española (Vázquez en

Escalante: 2006, p.138). La lucha por la Independencia dejó a México en una situación

de bancarrota económica, con 45 millones de pesos en deuda, y una nación endeble,

dividida y desorganizada (Vázquez en Escalante: 2006, p.149).

Tras el experimento frustrado de instalar una monarquía mexicana encabezada por

Agustín de Iturbide, el pronunciamiento de Antonio López de Santa Anna y el

triunvirato efímero de Pedro Celestino Negrete, Guadalupe Victoria y Nicolás Bravo,

México se constituyó en los Estados Unidos Mexicanos el 31 de enero de 1824

 

8.

6

 

El Virreinato de la Nueva España se prolongó de 1535 hasta el inicio de su disolución en

1820. Comprendía territorios que actualmente abarcan de los EEUU a Centroamérica, así

como las islas Filipinas. En su seno se integraban diferentes unidades administrativas tales

como la Capitanía General de Cuba, la Capitanía General de Guatemala y la Capitanía General

de Filipinas. Su capital se encontraba en la Ciudad de México (Escalante: 2006).

7

 

Con la Revolución de Independencia México inaugura una serie de revoluciones históricas

que se darán en su territorio en aras de conseguir un ordenamiento social más “equitativo”.

Pero no es hasta la Revolución de 1910 que las grandes masas indígenas ven parte de los

beneficios del cambio político-social pues con la independencia de España fueron los criollos

quienes se beneficiaron del nuevo reparto de poder y con la revolución de la Reforma, los

mestizos (Silva Herzog: 1984, p.126).

8 Veáse en los Anexos el listado de los presidentes mexicanos desde la Independencia hasta

la actualidad.

15

El Estado resultante, como cualquier ex colonia, tuvo como objetivo principal la

consolidación de la soberanía nacional recién adquirida. Para tales efectos fue

diseñada la política exterior del México independiente (Ojeda Gómez: 1984, p.6).

Asimismo, una de las principales preocupaciones del naciente Estado fue el

reconocimiento de su independencia por parte de otros Estados para gozar así de la

anuencia jurídica necesaria para desenvolverse como un miembro más en la

comunidad internacional (Velázquez Flores: 1994, p.15).

El énfasis en la soberanía nacional fue tomando distintos matices según los

acontecimientos históricos a los que se enfrentó el Estado mexicano. Pasó de la

defensa de la supervivencia del propio Estado a la defensa de la integridad territorial.

Para autores como Lorenzo Meyer la soberanía en el plano externo está vinculada a

“…la capacidad y al derecho del Estado para sostener su independencia frente

al conjunto de otros Estados o actores que forman la comunidad internacional”

(Meyer en Bizberg: 1998, p.81).

No es posible entender la inserción de México en el sistema internacional –ni tan

siquiera el ordenamiento legislativo interno del que se dota- sin tener en cuenta la

persistente intromisión de las grandes potencias, como Gran Bretaña, Francia o

España, en la política interna de la joven nación (Bremer: 1986, p.30). Por tanto,

colocar el tema de la soberanía nacional como uno de los principales elementos de la

política exterior de México no fue un acto gratuito por parte de los artífices de la

política mexicana sino el resultado lógico de una experiencia histórica jalonada de

intervenciones extranjeras en suelo mexicano.

No sólo las intervenciones extranjeras eran una muestra de la injerencia internacional

en la soberanía mexicana. La propiedad de las empresas en suelo mexicano estaba

en manos de compañías foráneas, en su mayoría estadounidenses que, como lo

apunta Tzvi Medin:

“… veían a México sólo como un lugar de extracción de materia prima para la

industria estadounidense, desatendiéndose por completo de la posibilidad de

desarrollar industrias de transformación o de contribuir de algún modo al

progreso y a la elevación del nivel de vida del país cuyos recursos naturales

aprovechaban para sí mismos” (Medin: 2003, p.37).

16

Este hecho colocaba a México en una situación de dependencia económica a escala

internacional pues en la práctica era incapaz de decidir sus necesidades productivas.

Una dependencia que se vio intensificada con las políticas económicas de Porfirio

Díaz, tal y como se observará en los apartados siguientes.

Con el estallido de la Revolución Mexicana el 20 de noviembre de 1910 se produjo un

punto de inflexión en la política del país, también en su esfera internacional. Los

revolucionarios se alzaron contra la política extranjerizante de Porfirio Díaz y

revindicaron para México la riqueza que se encontraba en manos extranjeras. Por

primera vez se presentó un desafío al proyecto de la oligarquía tradicional por parte de

la burguesía emergente y de las fuerzas populares, representadas por Pancho Villa y

Emiliano Zapata (Cid Capetillo y González Olvera: 1987, p.16). La huella de la

Revolución Mexicana marcará de manera indeleble el sistema político mexicano

resultante tanto en su desarrollo interno como en su accionar exterior. En lo externo,

quedó el poso de un marcado sentimiento antiimperialista y la defensa de los países

que, como México, se encontraban en una posición subordinada en la economía y la

política internacionales (Cid Capetillo y González Olvera: 1987, p. 16). En lo interno,

un nacionalismo revolucionario

 

9 que alimentó el antiimperialismo que fue, y ha seguido

siendo hasta fechas recientes, un rasgo distintivo de la política exterior del Estado

mexicano. Es, por tanto, durante la fase armada de la Revolución (1910-1917) que se

materializan los principios que guiarán la conducta internacional de México (Dávila

Pérez: 1992, p.65).

Tras haber esbozado las características generales del período histórico estudiado y

cómo éstas influyeron en la conformación de la política exterior de México, se

procederá a analizar en el siguiente apartado los factores políticos internos que

sentaron las bases para la eclosión revolucionaria de 1910. Un acontecimiento sin el

cual no podrá entenderse la llegada al poder del General Lázaro Cárdenas.

1.2. Política.

El 24 de febrero de 1821 fue proclamado por Agustín de Iturbide y Guadalupe

Guerrero el

 

Plan de Iguala en el cual se declaraba la Independencia de México. Dicho

9

 

Para Lorenzo Meyer (Meyer en Bizberg: 1998, p.86) no es hasta la Revolución Mexicana que

el sentimiento nacionalista y patriótico cala realmente entre las capas populares de la sociedad

mexicana.

17

plan, junto con los

 

Tratados de Córdoba firmados por Agustín de Iturbide y el

representante de España Juan O’Donojú, constituyen los primeros documentos que

permiten hablar de un México independiente, tanto en la esfera interna como

externa

 

10.

El proceso de consolidación de la nación mexicana abarcó un siglo, aproximadamente.

Durante este tiempo México tuvo que enfrentar una situación de bancarrota, la

existencia de una élite política dividida y la amenaza del expansionismo

estadounidense (Secretaría de Relaciones Exteriores: 1985a, p. 21).

El 27 de septiembre de 1821 la ciudad de México recibió a los líderes de la

Independencia, Iturbide y Guerrero, acompañados del Ejército Trigarante

 

11. Una de las

tareas principales del recién nacido Estado mexicano y sus líderes fue conformar una

nacionalidad mexicana, por entonces todavía inexistente para la mayoría (Secretaría

de Relaciones Exteriores: 1985a, p.40).

Los años que siguieron estuvieron marcados por la inestabilidad política. El gran

número de nombres que se sucedieron en la presidencia mexicana es muestra de ello.

México, siguiendo una herencia muy española, asistió a numerosos pronunciamientos

y golpes de Estado de distinto signo político. La Reforma Liberal que se dio a

mediados del siglo XIX, las leyes que promulgó

 

12 y la Constitución de la que se dotó el

5 de febrero de 1857, fue la excusa de los sectores reaccionarios para lanzarse a la

guerra civil que asoló México durante tres años, también conocida como Guerra de

Reforma. Se produjo una dualidad de poder en México durante este período que se

resolvió con la victoria de los liberales, encabezados por Benito Juárez. Dicha victoria

sentó las bases para la separación del Estado y la Iglesia a través de las Leyes de

Reforma. Esta simiente de laicismo será retomada posteriormente por los

revolucionarios mexicanos de 1910.

10

 

Ambos documentos pueden encontrarse en (Secretaría de Relaciones Exteriores: 1985a,

pp.40-46).

11

 

Llamado así por erigirse en garante de los tres principios esbozados en el Plan de Iguala:

Religión, Independencia y Unión.

12

 

Entre ellas la Ley Juárez que limitaba los fueros militares y eclesiásticos; la Ley Lerdo que

desamortizaba las fincas rústicas y urbanas propiedad de corporaciones civiles y religiosas; o

la Ley Iglesias que prohibía cobros adicionales a los pobres por parte de las autoridades

eclesiásticas (Vázquez en Escalante: 2006, p.171). Éstas y otras disposiciones legales fueron

conocidas posteriormente como Leyes de Reforma y aprobadas bajo el Gobierno de Benito

Juárez.

18

En 1861, tras la victoria en las elecciones, Benito Juárez se convirtió en Presidente de

México. Su gobierno tuvo que enfrentar las conspiraciones de las potencias

extranjeras (España, Francia y Gran Bretaña

 

13) que tramaban una intervención en

México si éste no pagaba las deudas contraídas. De hecho, la intervención se produjo

por parte de Francia dando lugar a la Segunda Intervención Francesa –la primera se

había producido entre 1838 y 1839-. Merced a la defensa de la soberanía mexicana

que llevó a cabo Benito Juárez, éste se granjeó las simpatías populares y la categoría

de mito que ha pasado a la Historia como el “Benemérito de las Américas”.

Pardójicamente, Porfirio Díaz llegó al poder en 1876 tras un golpe contra la “reelección

indefinida” que, bajo su punto de vista, pretendía Benito Juárez para perpetuarse en la

silla presidencial. Ello después de pronunciar sendos planes, en 1871 y 1876, el Plan

de La Noria y el Plan de Tuxtepec respectivamente, que desconocían los resultados

electorales. Pronto se olvidó de sus escrúpulos antirreeleccionistas pues asumirá la

Presidencia de México durante 30 años ininterrumpidos dando lugar al período

conocido como “porfiriato”. Período al que puso fin el estallido de la Revolución

Mexicana en 1910. En palabras de Elisa Speckman, la primera etapa del porfiriato

que va de 1877 a 1888 se caracteriza por ser “… una etapa de construcción,

pacificación, unificación, conciliación y negociación, pero también de represión”

(Speckman en Escalante: 2006, p.194).

Fue precisamente esta represión de la que habla Elisa Speckman la que, unida a otros

factores, hizo germinar el movimiento de descontento que se canalizó con el estallido

de la Revolución Mexicana en 1910 y, con ella, la destrucción del Estado oligárquico y

neocolonial que se daba en México a fines del siglo XIX. La Revolución Mexicana

trajo, por tanto, la construcción de un nuevo tipo de Estado que perdura hasta el

México de la actualidad.

Durante el periodo histórico que arrancó en 1917, con el fin de la guerra

postrevolucionaria, y que abarcó hasta 1940, inicio del gobierno de Ávila Camacho,

México llevó a cabo el proceso de construcción del marco institucional de su nuevo

régimen. En palabras de Lorenzo Meyer, en el “avance sistemático de la centralización

de la vida política mexicana”, la política exterior tuvo un papel preponderante que

13

 

De hecho, estos tres países firmaron una convención el 31 de octubre de 1861 para

presionar a México mediante el bloqueo de sus puertos y lograr, de este modo, que dicho país

retomara los pagos de su deuda (Vázquez en Escalante: 2006, p.175).

19

condicionó el rumbo que posteriormente tomó el proceso revolucionario (Meyer: 2000,

p. 9).

No puede entenderse la política interna del México post-revolucionario sin analizar el

papel que los caudillos revolucionarios jugaron hasta la creación de un entramado

institucional que sustituyera el personalismo autoritario. En este sentido, la década de

los veinte del siglo XX supuso un momento histórico de gran tensión para los

gobiernos revolucionarios. Se había iniciado con la crisis desatada por la sucesión

presidencial de 1920. La pugna entre los dos candidatos, Ignacio Bonillas y Álvaro

Obregón, llevó al levantamiento militar de Agua Prieta, al asesinato de Carranza y a la

designación de Adolfo de la Huerta como presidente interino. Finalmente, en

septiembre de 1920 Álvaro Obregón asumió la presidencia con el 95% de los sufragios

emitidos en medio del aislamiento internacional.

En 1926 el gobierno de Calles tuvo que enfrentarse al surgimiento de la rebelión de los

cristeros

 

14. Ésta desencadenó una cruenta guerra civil que perduró hasta 1929 y en la

que se enfrentaron los sectores más católicos y conservadores de México con las

autoridades revolucionarias, a las que acusaban de anticlericales. Acusación que no

dejaba de ser cierta pues uno de los valores de los revolucionarios mexicanos fue el

laicismo militante y su intento de romper los lazos de la Iglesia mexicana con el

Vaticano.

La política interna mexicana siguió siendo tumultuosa. A poco más de diez años de su

promulgación, la Constitución mexicana fue enmendada a instancias de Álvaro

Obregón para poder ser reelecto como Presidente de la República. Tal situación

inaudita, que rompía con todos los preceptos maderistas de la “no reelección”, llevó a

que en julio de 1928 Obregón fuera nombrado de nuevo presidente de México con el

100% de los sufragios válidos emitidos (Meyer: 2000, p.99). Sin embargo, su asesinato

a los pocos días provocó que Calles y otros integrantes de la “familia revolucionaria”

decidieran la creación del Partido Nacional Revolucionario (PNR) como garantía de la

sucesión presidencial.

14

 

La rebelión de los cristeros, o Guerra Cristera, tuvo lugar en México entre 1926 y 1929 como

consecuencia del rechazo de los sectores católicos a las políticas que pretendían socavar la

influencia de la Iglesia Católica en el país. Dichas políticas de carácter laico fueron recogidas

en la Constitución de 1917 y pretendían limitar los excesivos privilegios que, a ojos de los

revolucionarios, tenía la Iglesia mexicana y sus “ministros”. Los alzamientos cristeros, que

reclamaban la libertad de culto en México, se produjeron en distintas zonas del país y tuvieron

un carácter eminentemente rural en su origen. Un autor que ha trabajado profusamente el tema

es Jean Meyer. Pueden consultarse los tres volúmenes de MEYER, Jean (1976) .

 

La Cristiada.

Ed. Siglo XXI. México DF, México.

20

El PNR fue creado, por tanto, en 1929 con la finalidad de aunar en su seno a las

distintas “familias revolucionarias” y evitar, de este modo, que se produjeran las

frecuentemente sangrientas pugnas por el poder político que habían enfrentado a los

diversos grupos emanados de la Revolución. El partido quedó en manos de Calles

quien, desde ese momento, ejerció sus labores de “Jefe Máximo de la Revolución” en

la sombra.

El 6 de diciembre de 1933 Lázaro Cárdenas fue elegido candidato a la Presidencia en

la Segunda Convención Nacional del PNR, cabe decir que con unanimidad de votos.

Llegó al poder en 1934, tras varios presidentes efímeros, gracias a la postulación tanto

del “Jefe Máximo” como de los sectores más revolucionarios –y, por tanto, menos

callistas- que a su vez habían presionado a Calles para su designación. Si en algún

momento el general Calles pensó que eligiendo a Cárdenas su acción política se vería

continuada, cometió un grave error. La misma falta de perspectiva política que

adolecieron los miembros de la legación británica en México al afirmar que Cárdenas

no iba a ser más que otro “hombre de paja” de Plutarco Elías Calles (Meyer: 2000,

p.137). Cárdenas, con su apego y defensa de los principios revolucionarios, fue

rupturista con el régimen de Calles poniendo fin al maximato

 

15 y, como se verá más

adelante, esto le llevó a fuertes desavenencias con el otrora presidente de la

República.

En el siguiente apartado se observarán los factores económicos y sociales que

caracterizaron el período de estudio, prestando especial atención a la herencia

económica de la Colonia que fue la que, a la postre, condicionó la inserción de México

en la economía internacional. De igual modo, se comprobará cómo el modelo de

desarrollo económico dependiente profundizado por Porfirio Díaz tendrá unos costos

sociales que incidirán en la, ya de por sí inicua, estructura social heredada de la

Colonia dando lugar al incremento de la tensión y el descontento social que se

canalizarán en el estallido de la Revolución Mexicana.

15

 

Por “maximato” conocemos el período de la historia política mexicana que va de 1924 a

1934. En su decurso se sucedieron cuatro presidentes, Plutarco Elías Calles, Emilio Portes Gil,

Pascual Ortiz Rubio y Abelardo L. Rodríguez, aunque el poder real lo detentaba

indefectiblemente el primero: Plutarco Elías Calles.

21

1.3. Socio-económica.

Ya se han comentado las dificultades económicas a las que tuvo que enfrentarse

México es sus primeros pasos como nación independiente. Uno de los principales

problemas fue la gran deuda que la hacienda pública mexicana contrajo con las

potencias europeas y los EEUU en su Guerra de Independencia.

Esta deuda fue heredada por el régimen de Porfirio Díaz. Para intentar enjugarla el

mandatario y sus ministros optaron por insertar a México en la economía internacional

como exportador de materias primas agrícolas y minerales (Speckman en Escalante:

2006, p.209). De igual modo, se abrió México a la penetración de la inversión

extranjera, se fomentó el trazado ferroviario para facilitar el intercambio comercial con

los EEUU y se establecieron las bases de una tímida industrialización. A pesar del

desarrollo económico que se produjo, éste fue desigual y “…benefició sólo a algunos

sectores, regiones y grupos” (Speckman en Escalante: 2006, p.213).

Por estos y otros motivos, los conflictos sociales y las huelgas fueron constantes. Los

conflictos de Cananea y de Río Blanco fueron dos ejemplos paradigmáticos. En el

caso del conflicto de la mina de Cananea, las autoridades rechazaron las

reivindicaciones de los mineros por alcanzar un trato y sueldos similares a los de los

trabajadores estadounidenses de la mina, lo cual provocó una huelga, seguida de un

motín. El conflicto fue sofocado con una intervención de los EEUU, apoyada por el

ejército mexicano (Speckman en Escalante: 2006, p.219).

La tensión social fue incrementando bajo el porfiriato y estalló finalmente en la

Revolución Mexicana de 1910. El descontento de distintos sectores populares, en

primer término los campesinos, fue canalizado en forma de alzamiento revolucionario.

Éste dio paso a una guerra civil que se prolongó durante siete años y finalizó con la

victoria de un sector de los revolucionarios alzados.

El 5 de febrero de 1917 fue promulgada en Querétaro la nueva Constitución Política de

los Estados Unidos Mexicanos emanada del poder revolucionario, en ese momento

detentado por Venustiano Carranza y sus seguidores. Uno de los principios de la

nueva Carta Magna era reducir la influencia extranjera en la economía mexicana. En

su paradigmático artículo 27, la Constitución establecía que la nación era la propietaria

del suelo y del subsuelo mexicano. De igual modo, impedía a los extranjeros comprar

bienes raíces en la frontera y en la playa a la vez que les limitaba su derecho al

22

amparo diplomático de sus gobiernos. Este artículo chocaba de plano con los

intereses de los grandes propietarios estadounidenses en suelo mexicano. Cabe tener

presente que la Revolución Mexicana se había producido en un país donde el 3,1% de

su población era terrateniente mientras el 96,9% no tenía tierras (Medin: 2003, pp.7-8)

y que gran parte de estos hacendados eran extranjeros.

Pese a la lucha de los revolucionarios, la ruptura con el

 

statu quo postcolonial no fue

fácil

 

16. Todavía años después de la Revolución, en 1925, existían 32 millones de

hectáreas de suelo mexicano propiedad de extranjeros, más de la mitad de las cuales

pertenecían a estadounidenses (Shulgovski: 1968, p.25). Ello pese a las leyes

relativas a la propiedad de algunos terratenientes del país del norte que el general

Plutarco Elías Calles, quien había llegado al poder en diciembre de 1924, había

decretado entre 1925 y 1926

 

17.

La política exterior del México de la época tuvo la función de sostener la legitimidad de

los cambios que el proceso revolucionario había introducido en la estructura

económica mexicana y que afectaban los intereses de los propietarios extranjeros

(Meyer: 2000, pp.9-10). Destacaron especialmente las pugnas en torno a la tenencia

de la tierra y a la explotación del petróleo pues las grandes potencias extranjeras, con

fuertes intereses en México desde la época prerevolucionaria, no estaban dispuestas a

ceder ante el nacionalismo revolucionario y mucho menos a renunciar a sus privilegios

seculares.

En resumen, los principios de la política exterior mexicana -el nacionalismo, el

antiimper

ialismo o la defensa de la autodeterminación de las naciones- que surgieron

durante la fase armada revolucionaria, sirvieron en las décadas posteriores no sólo

para sostener la legitimidad del régimen revolucionario sino para coadyuvar también a

la institucionalización del régimen mexicano postrevolucionario.

El siguiente apartado estudiará la inserción de México en el sistema internacional de

entreguerras. Asimismo, se observará la geopolítica de México y como ésta ha

condicionado, para bien y para mal, la relación con su vecino, los EEUU.

16

 

El asesinato de Emiliano Zapata en abril de 1919, quien había colocado la reforma agraria

como eje de la Revolución, disminuyó en palabras de Lorenzo Meyer (

 

op.cit, p.23) la

efectividad de la lucha por el reparto de las tierras. A ello hubo de añadirse la desgana del

Gobierno de Venustiano Carranza por llevar a buen puerto el artículo 27 de la Constitución

Mexicana.

17

 

Leyes que posteriormente Plutarco Elías Calles declaró como inconstitucionales para evitar

una intervención armada de EEUU (Velázquez Flores: 1994, p.18).

23

1.4. La inserción de México en el sistema internacional de entreguerras.

El México de Lázaro Cárdenas ejerció su acción política internacional en el marco de

la sociedad internacional de entreguerras. Este período, comprendido entre el fin de la

Primera Guerra Mundial y el inicio de la Segunda Guerra Mundial, fue un marco

peculiar donde se podían ya vislumbrar los cambios que darían lugar al surgimiento

del nuevo sistema internacional bipolar de la Guerra Fría. Previamente, en el marco

internacional se había asistido al período imperialista que se inició con la Conferencia

de Berlín en 1878 y finalizó con el estallido de la Primera Guerra Mundial (Truyol y

Serra: 1974, p.122).

La Primera Guerra Mundial dejó como legado una Europa desplazada como centro del

mundo político internacional así como una desaparición de las potencias centrales,

esto es, de los Imperios austrohúngaros, alemán y otomano. A causa de la extensión a

otros territorios extra-europeos de la conocida como “Gran Guerra”, las relaciones

internacionales se volvieron globales y los procesos internacionales se mundializaron

tras este conflicto (Miralles: 1996, p.121). El Concierto Europeo fue sustituido por un

nuevo orden en el que los EEUU despuntaban como potencia emergente.

Sin embargo, la ubicación de Europa en un segundo plano del escenario internacional

no se observó en el principal foro multilateral, la Sociedad de Naciones, debido al

aislacionismo de EEUU y a la marginación de la URSS en dicho organismo (Truyol y

Serra: 1974, p.82). Pese a que la Sociedad de Naciones fue una iniciativa del

presidente estadounidense Thomas Woodrow Wilson, quien estableció en un discurso

los primeros puntos de los 26 que constituyeron el Pacto del Tratado de Versalles

 

18 de

junio de 1919, paradójicamente EEUU decidió mantener un nivel bajo en el organismo

internacional. Ello fue debido a al aislacionismo que impregnaba la política de EEUU,

una característica muy recurrente en la política exterior estadounidense.

18

 

España fue uno de los doce países invitados a adherirse al Pacto del Tratado de Versalles,

junto con los Países Bajos, Noruega, Dinamarca, Suecia, Suiza, Argentina, Colombia, Chile,

Paraguay, El Salvador y Venezuela (Truyol y Serra: 1974, p.182). El papel desempeñado por

España en este organismo internacional cobró mayor importancia con el arribo de la Segunda

República Española y el relativo activismo desplegado por el cuerpo diplomático republicano.

Uno de sus principales logros fue favorecer la entrada de México en la Sociedad de Naciones.

24

A pesar de que EEUU fue su impulsor, la Sociedad de Naciones nació como un

instrumento eminentemente europeo al servicio de las grandes potencias

 

19. Ello era

patente en su composición. En 1926 estaba formada por 27 Estados europeos, 18

americanos, 5 asiáticos, 3 africanos y 2 oceánicos

 

20 (Truyol y Serra: 1974, p.83). Por

su parte, la entrada de México fue vetada hasta 1931 a causa del origen revolucionario

del Estado mexicano.

La Conferencia de Paz de París

 

21, que tuvo lugar entre 1919 y 1920, fue el germen de

la Paz de París que dio lugar al nuevo sistema internacional de entreguerras. Con ella

las potencias aliadas triunfantes pretendían establecer un nuevo orden mundial

basado en las premisas de la libertad y la justicia, entendida ésta como democracia y

autodeterminación de los pueblos (Sainz: 2000a). Por tanto, la Sociedad de Naciones

fue fundada en las premisas de la paz y el respeto entre países lo cual se explica por

la situación post-bélica que dio lugar a su nacimiento, no tanto por la voluntad pacifista

de las potencias. Más que una convicción, la paz era una necesidad para las potencias

internacionales y el resto de Estados que se veían afectados por sus ansias

expansionistas. Era necesario superar la organización internacional basada en el

equilibrio diplomático y el realismo político, que anteponía el poder

 

22 por encima de

todo, y sustituirla por una organización supranacional que resolviera las diferencias y

pacificara los espíritus de los Estados (Miralles: 1996, p.122).

Es interesante resaltar que la política exterior mexicana ya se había dotado de estos

principios, como la autodeterminación de los pueblos o la defensa de la paz y la

justicia, muchos años antes de que éstos fueran esgrimidos por las potencias

europeas como los principios fundadores del nuevo sistema internacional.

19

 

Para profundizar en la conformación del sistema internacional puede consultarse también la

obra (Sainz: 2000a).

20

 

Los miembros de la Sociedad de Naciones en 1926 eran Albania, Alemania, Austria, Bélgica,

Bulgaria, Checoslovaquia, Dinamarca, España, Estonia, Finlandia, Francia, Grecia, Hungría,

Imperio Británico, Irlanda, Italia, Letonia, Lituania, Luxemburgo, Noruega, Países Bajos,

Polonia, Portugal, Rumania, Suecia, Suiza y Yugoslavia por parte de Europa; Argentina,

Bolivia, Brasil, Canadá, Colombia, Costa Rica, Cuba, Guatemala, Haití, Honduras, Nicaragua,

Panamá, Perú, República Dominicana, El Salvador, Uruguay y Venezuela, por parte

americana; China, India, Japón, Persia y Siam, por parte asiática; Etiopía, Liberia y Suráfrica,

por parte africana; y Australia y Nueva Zelanda, como representantes de Oceanía (Truyol y

Serra: 1974, p.183).

21

 

En ella participaron los vencedores Países Aliados (el Imperio Británico, Francia, Canadá,

Italia, el Imperio Ruso, ya convertido en la URSS, y EEUU) y los vencidos, el Imperio Alemán,

el Imperio Otomano, Bulgaria y el Imperio Austrohúngaro.

22

 

En el ámbito de las Relaciones Internacionales el concepto de poder podría ser considerado

como la capacidad que un Estado tiene para influir “…en el comportamiento de otro en su

propio interés” (Holsti: 1983, p.155, citado en Palou: 1993, p.8).

25

El sistema internacional de entreguerras se demostró incapaz de dar satisfacción a

todos los Estados, especialmente a Alemania, y, en cierto modo, sentó las bases para

el estallido de la Segunda Guerra Mundial veinte años después. En este sentido, el

sistema internacional de entreguerras fue breve e inestable. No todos sus miembros

compartían unos mismos valores y esto constituyó una dificultad para el entendimiento

y la colaboración. Por ejemplo, la URSS, que en 1917 había experimentado una

revolución socialista, participaba en este orden internacional aunque su idea última era

llegar a socavarlo para instaurar un orden concordante con sus principios socialistas

 

23

(Miralles: 1996, pp.123-124). Por tanto, la transformación de una de las grandes

potencias europeas en un país socialista tuvo un gran impacto en el sistema

internacional (Truyol y Serra: 1974, p.84).

Una vez caracterizado el sistema internacional de entreguerras en el que se insertará

la política de Lázaro Cárdenas, se procederá a acometer el estudio de la política

exterior mexicana y su evolución histórica desde la Independencia hasta el arribo al

poder del General Cárdenas.

23

 

Ello fue así hasta la muerte de Vladimir Ilich Lenin en 1924 y su sustitución por Joseph Stalin.

Éste, en contraposición a lo defendido por su rival político, León Trotsky, implantó la idea del

“socialismo en un solo país” y llegó a pactos “contra natura”, como por ejemplo con la Alemania

nazi, basándose en un pragmatismo que poco tenía de revolucionario.

26

 

 

 

mexicano, Cárdenas se granjeó las simpatías de unos y la antipatía de otros.

Como apunta Raquel Sosa, el régimen de Cárdenas “…no ha admitido hasta ahora

espectadores neutros” (Sosa Elízaga: 1996, p.13). No obstante, no se puede afirmar

que un solo hombre sea el artífice de toda una política. Por este motivo, soslayar la

simpatía popular que generó la proclamación de la Segunda República Española entre

los trabajadores organizados de México y otros sectores de la progresía intelectual

mexicana, sería menoscabar el papel que jugaron a la hora de crear un clima

favorable a la llegada del exilio republicano, aparte de apoyar con la movilización

social las políticas progresistas del General Cárdenas. Por tanto, la política exterior

que México llevó a cabo durante el período no estuvo aislada de la correlación de

fuerzas que se dio en el interior del país ni en el contexto internacional.

No se puede olvidar que el México de Cárdenas fue una nación que hubo de

desenvolverse en un sistema internacional jerarquizado en el cual le quedaba el papel

de Estado dependiente o débil, mera “comparsa” de las decisiones de los Estados

fuertes que ocupaban el centro del sistema, por aquel entonces los EEUU y la URSS,

de manera incipiente. A pesar de la inminencia de la Segunda Guerra Mundial como

contexto que facilitó que México pudiera acometer una política exterior más autónoma

–dado que los EEUU estaban más preocupados por el estallido bélico que por lo que

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